Cuenta la crónica en la Crónica Silense, del siglo XII:
Lleno de audacia, profanó hasta lo más sagrado, dominó todo el reino e hizo que le rindiera tributo. Durante esta tempestad, el culto de Dios desapareció de España, los cristianos profanó hasta lo más sagrado, dominó todo el reino e logró que le rindiera tributo. Durante esta tempestad, el culto de Dios desapareció de España, los cristianos perdieron sus glorias y las riquezas de las iglesias fueron fundidas.
Las riquezas y el reconocimiento no eran lo más destacable para Almanzor que estaba dispuesto a llevar la palabra de Mahoma a todos los rincones de la península Ibérica aunque fuera por la fuerza de las armas. Sus continuas victorias sobre los reinos cristianos habían extendido la iniciativa de que era un brazo ejecutor de la intención suprema de Alá. La yihad o «guerra santa», inspirada por la ley islámica, era el medio para conseguir sus propósitos.
La peor humillación para la cristiandad aún se encontraba por llegar. Almanzor necesitaba un golpe de efecto dentro de Al-Andalus para exceder sus disconformidades con Subh, la madre del califa Hixam II. No había mejor escaparate que saquear uno de los centros de culto del cristianismo, la localidad del Apóstol, Santiago de Compostela.
Fue en julio de 997 cuando Almanzor ultimó su cuadragésima octava expedición, en esta ocasión contra Santiago de Compostela. Partió de Córdoba el sábado 8 de ese mismo mes y en unas jornadas llegó a las localidades de Coria y Zamora, donde nobles cristianos se le presentaron como socios y vasallos. Antes de dirigirse a Santiago de Compostela decidió someter algunas plazas cristianas del reino de León. Sin colosal resistencia han quedado controladas Viseo, Lamego y Braga. Un manto de terror se extendió por Galicia, no había ningún noble católico que osara confrontar contra «el que recibe la victoria de Dios». Las calamidades de los tiempos del rey visigodo Rodrigo volvían a la cabeza de los cristianos.
Un miércoles, el 10 de agosto de 997, llegó a las murallas de Santiago. La ciudad estaba desierta, sus moradores habían decidido abandonarla asustados por la crueldad de Almanzor. Las huestes entraron en la ciudad y se abandonaron al saqueo. A Almanzor no le interesaban las riquezas, él buscaba algo más destacable, y se dirigió al templo del apóstol Santiago para profanarlo. Entró a caballo en la iglesia y, al llegar a la capilla, cuenta la leyenda que un rayo cayó a sus pies como amenaza del Todopoderoso para que no cumpliera su propósito.
Almanzor reconoció el anuncio, imploró perdón a Alá y para evadir la profanación del sepulcro puso guardias con el fin de que lo protegieran de los saqueos.
Las crónicas musulmanas introducen otra leyenda que cuenta cómo se salvó del saqueo el sepulcro del apóstol Santiago. Según sus fuentes, al llegar a la localidad desierta, Almanzor encontró un ermitaño sentado sobre el sepulcro y le preguntó: «¿Por qué estás aquí?», a eso que el guardián respondió: «Yo soy familiar de Santiago». Entonces, puede que por respeto o por superstición, el héroe musulmán mandó que nadie hiciera daño al ermitaño y que se protegiera la tumba de su profanación.
El botín era de lo más apetecible y Almanzor quería llevarse un gran
trofeo de tan importante victoria. En el siglo XIII la Crónica General del
rey Alfonso X el Sabio narra cómo Almanzor mandó descolgar las campanas del templo de Santiago de Compostela, que fueron trasladadas a Córdoba a hombros de esclavos cristianos y usadas como lámparas para iluminar la mezquita. También mandó llevar a Córdoba las puertas del templo para clavarlas como premio.
El equipo de Recreación Medieval
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